
PERIPECIA POLÍTICA.
Hubo un narrador, que en una de sus historias contaba sobre las peripecias que sus personajes sufrían, de ese cambio de suerte o tragedia que desarrollan cuando una acción, provocaba que de la felicidad se trasladara a la desdicha en un solo instante.
Esa montaña rusa de emociones es la que estamos viendo en Sinaloa con la definición del candidato a la Gubernatura, y las candidaturas a Alcaldías y Diputaciones locales.
No encuentro otra manera de llamarlo que con el término de “peripecia”. Pues como en la obra de este narrador, las definiciones benefician a una persona y perjudican consecuentemente a otra y viceversa.
Y este escenario sucede en cada proceso electoral, el viejo dicho de que “si vas a hacer aunque te quites o si no vas hacer aunque te pongas” no funciona del todo para el cerebro humano, pues todos somos vulnerables a la rumorología que los medios de comunicación y la misma sociedad nos envuelve.
Este cambio de fortuna nos obliga a actuar en consecuencia, por más que intentemos despojarnos del sentimiento que generan los rumores es imposible y definimos con el cúmulo de emociones encima, con el riesgo de tomar malas decisiones y se cumpla lo que el término vaticina.
Para quien está interesado en una candidatura resulta peor, pues este cambio de planes impulsado por un acontecimiento imprevisto supone una reacción que puede acercarlo, o alejarlo de su anhelo político. De este modo, al producirse el hecho accidental o simplemente ajeno a la persona misma, el estado de una situación que pudiera beneficiarnos se modifica y provoca el resultado de una nueva acción o conducta.
La presión de los tiempos no siempre ayuda a pensar con la cabeza fría, esa es la peculiaridad de las peripecias; cambiar todas lo que iba en un curso a otro de inmediato.
Así de débil es el sentimiento político que todos los aficionados a esta profesión llevamos dentro. Este nudo argumental al que nos enfrentamos -y no hemos estado enfrentando toda esta semana- a partir de todos los acontecimientos que hemos visto, nos sujeta a un poder mayor, al poder del sistema político.
En este proceso electoral, conozco de políticos que se han dejado llevar por las emociones y lo que parecen ser señales, y que ya están arrepentidos de sus decisiones antes de que incluso, comienzan las campañas electorales.
Y esta peripecia pasa con todos los actores, tanto políticos y también teatrales, la diferencia es que la tragedia en el teatro genera resultados ficticios, todo es actuación; pero en la política no, en la política la tragedia provoca otro tipo de resultados.
El consejo entonces para quienes son actores electorales o quieren serlo, que aprendan a dominar la montaña rusa de emociones, de la rumorología y de la señales confusas para tomar decisiones con la cabeza fría a pesar de la tormenta. Y para quienes no arriesgamos tanto; disfrutar de esta peripecia y disfrutar la obra, al final si hay llantos y frustraciones y tragedias, al final es solo actuación y los actores, no somos nosotros.
Nos vemos en la próxima.