DE LA NECESIDAD DE COMUNICAR.

Uno puede ver el ejercicio de la famosa “mañanera” y considerar que es un despropósito. A decir verdad, argumentos sobrarían para estar de acuerdo en ello. Hemos visto más de un episodio surrealista, donde frases ridículas y algunos símbolos extraños hacen eco en contra de la formalidad que tradicionalmente asociamos con el ejercicio del gobierno, sobre todo desde la investidura presidencial, así como de vestigios más preocupantes contra el esquema democrático, como el pronunciamiento de posverdades o verdades alternativas. Definitivamente el problema en ello es el performance, no el espacio per se. Y, justamente, es eso lo rescatable de ese ejercicio: el espacio.

Conjunto a ese espacio de comunicación, la misma dinámica por sí misma también tiene sus puntos notorios (dejando por un lado los desvaríos del presidente, obviamente).

No resulta en vano aplaudir la apertura de la comunicación política cuando está encaminada a volver eficiente la gestión política, así como a generar apertura en la divulgación de la información gubernamental y en la conjugación de relaciones entre el gobierno y la opinión pública, la oposición, las instituciones, la ciudadanía y la diversidad de actoras y actores políticos.

En ese sentido, habría que recordar que una de las necesidades primarias de la humanidad y la sociedad es la comunicación. Al respecto, cabe mencionar a Aristóteles y su concepto de animal político, entendiendo a las personas como sujetos sociables que se vinculan con los otros para entretejer relaciones que edifiquen las bases para lograr los objetivos de una sociedad.

De ahí nos remitimos a la comunicación política, pero, para hablar de ella, primero debemos partir desde el concepto de comunicación. Simón Gómez nos habla de ella como una interacción que “no se trata solamente de transmitir información, sino de expresar ideas, opiniones, sentimientos, emociones, tanto de un lado (emisor), como del otro (receptor). Para que se logre la comunicación entre dos personas, se tiene que dar un intercambio mutuo” (2016, p.5).

Bajo esa premisa, se puede considerar que la comunicación implica un proceso en el que converge información, la expresión de ésta y las emociones; de igual manera, incluye la reciprocidad como etapa final, para consumar dicho proceso.

Sobre la comunicación política, esta surge de la necesidad de construir medios para llegar al poder, influir en la ciudadanía, edificar autoridad y entablar negociaciones con diversos miembros de la sociedad (2006, p. 20). Para lograr dichos objetivos, desde las esferas del poder se han usado diversos instrumentos de la comunicación: información, propaganda y propaganda gubernamental, los cuales presentas sus diferencias.

Por una parte, en términos de García Marco (1998, p.310), la información y su acción de informar significa la imposición de ideas que trazan formas y transformaciones en la realidad. Bajo esa lógica, añade que, en lo que hace a los seres sociales, éstos se ven en la necesidad de influir unos sobre los otros, en otros términos, informarse (1998, p. 312). Aterrizando la idea al campo de la política, informar entonces es la acción de construir y transformar realidades políticas, a través de influir en el ‘otro’.

En esa tesitura, se puede considerar que la propaganda cumple el mismo objetivo, sin embargo, tiene diferencias sustanciales. Sobre la propaganda, D’Adamo señala que, respecto a un concepto de propaganda en estricto sentido, sus concepciones fueron amplias y se inclinaban hacia la idea maquiavélica del control (2011, p.113).

Por otra parte, la propaganda gubernamental, en términos de D’Adamo, se considerarse como como “el proceso de influencia intencional que un gobierno intenta realizar sobre la opinión pública, la prensa, la oposición, los legisladores, así como otros grupos y actores sociales, con el objetivo de volver más eficiente la gestión política” (2011, p. 115).

Más allá de una idea negativa sobre la difusión de la idea que supone la propaganda, se puede entender que la propaganda gubernamental, que también persigue el objetivo de influir sobre los diversos actores dentro de la sociedad, usa la comunicación y la información, asimismo la propaganda, como instrumentos para volver más eficiente su gestión política, de modo que es un componente más del actuar gubernamental para lograr las metas del gobierno en ejercicio.

En lo personal, me gustaría pensar que la “mañanera” es una genuina actividad de apertura gubernamental, y que su propósito es democratizar la opinión pública y volver más eficaz el cumplimiento de las directrices del gobierno de la cuarta transformación; es decir, que su motivo sea de propaganda gubernamental.

Lo lamentable es que la intención sea establecer canales de propaganda en su sentido maquiavélico, que es imponer ideas para el control político. No es que quiera ser mal pensado, pero el uso de posverdades en espacios públicos, el recurrente ataque a la oposición y a los enemigos políticos de Andrés Manuel, que pareciera más estar en campaña permanente que en una investidura presidencial, aunado a la centralización de los espacios de comunicación pública, y la informalidad excesiva en su comunicación política, aunque genere popularidad no implica la democratización de la gestión política a través de la comunicación.

            Esperemos que los ejercicios que, en otras latitudes del país, replican a la mañanera y al estilo de gobernar del presidente, no se conviertan en una bala que no es de salva…  

Autor: José Miguel Ruiz

Twitter: @JoseMiguelRM1