
NO TODO ES EL DINERO.
Despiertas en un futuro distópico. Nada es como usualmente estabas acostumbrado a que fuera. En ese despertar, notas que estás encuartelado en una ubicación desconocida, en algo así como un bodegón futurista. Toda una colonia de humanos en quién sabe dónde. Tu habitación, si así se le puede llamar, está tapizada de cristales inteligentes, los cuales se encuentran automatizados para mostrarte un paisaje virtual y, de manera restrictiva y preconcebida, presentarte “opciones” para comenzar tu día. La usual rutina de la cual nadie puede escapar, aún y en los albores de impensables futuros, que te obliga a ocuparte en cuestiones de lo más primarias: lavar tus dientes y tus partes.
Después, entre esa ilusión de opciones, porque, en un primer momento, sólo puedes usar una bicicleta para ser medianamente productivo, solamente puedes escoger el escenario bajo el cual andarás o a la dinámica en que deseas participar. Hacerlo representará el generar créditos para acceder, justamente, a los insumos para cubrir necesidades básicas como las que ya mencioné, así como de comer yclaro, también de ocio. O sea, todo sigue teniendo un costo.
La única esperanza de “abandonar” el letargo de la asfixiante rutina es reunir suficientes puntos para acceder a un pase que te brinda la oportunidad de concursar en algo así como un america’s got talent. Es el único modo de figurar, de trascender del tono gris con el cual ves tu disminuido alrededor.
Al final, todo cambió para seguir siendo igual. Sin embargo, llama la atención que la dinámica de las riquezas no es del todo similar: todo tu capital se basa en tu trabajo. Sí, no dejas de trabajar, pero, a diferencia de la idea marxista de producción, tu capital es social. Se basa en tu conducta directa, y no en la explotación de la mano de obra en favor de los medios de producción. Bueno, se supone…
A todo esto, ¿quién recuerda Black Mirror? Sí, la serie que Netflix, hace pocos años, volvió popular después de haber adquirido los derechos sobre ella (antes le pertenecía a la cadena británica Chanel 4, que durante 2011 a 2014 lanzó la primera temporada). En la primera temporada, en su tercer y último capítulo titulado Fifteen Million Merit, pudimos observar ese futuro distópico que describo.
Pudiésemos pensar que es una dinámica demasiado imaginativa; que los guionistas se fumaron un buen gallo y que este habló a través de los dedos de los autores. Pero no. Resulta que el pasado 2020 fue el año en que se aplicó en totalidad el sistema de crédito chino, el cual es un método que incentiva– o desprestigia– a las personas. Este modelo fue implementado como experimento desde 2014 en varias ciudades de China.
A grandes rasgos, la idea tiene como base la reputación que la ciudadanía construya (desde lo individual), la cual es avalada y estimada por el Estado, asignando a cada individuo un valor, número o puntaje según su confiabilidad. Si llegas acometes algún delito menor, como por ejemplo tener en tu casa el volumen de la música muy elevado o fumar en un lugar donde esté prohibido, significa la pérdida de puntos.
Hasta ahí todo va relativamente bien, pero aquí va lo sorprendente: también puedes perder puntos si tus opiniones políticas –o las de tus amigos– o creencias religiosas no concuerdan con las opciones oficiales chinas. Impresionante a más no poder. Ni Pierre Bourdieu llegó a imaginar que su concepto de capital social sería llevado a tal extremo.
¿Cuál es el impacto de todo esto? Pues que representa más a un sistema de castigo que de premio; si tienes un alto crédito significa que el estado confía en ti y por lo tanto te permite viajar al extranjero, ser funcionario o llevar a tus hijos al colegio que desees. Por otra parte, si tu crédito es bajo o no es suficiente, se te podría negar la venta de billetes de avión o rechazar el pasaporte, o prohibir el uso de Alibaba, que es la plataforma de comercio electrónico más importante de China, su Amazon –por decirlo de alguna forma–.
El modelo nacionalista y moral de china, paradójico en tanto capitalista en lo económico, y estatista en lo político, lleva a cuestionar futuros extremadamente represivos, en donde los modelos de represión se invierten casi como consecuencia total el ostracismo o la muerte civil.
¿Te imaginas qué pasaría si, por aquí, en México, las cosas fueran así?
Se guardaron las balas de salva… por hoy.
