
TRES AÑOS DE TRANSFORMACIÓN.
El día primero de diciembre se cumplieron tres años de que el presidente Andrés Manuel López Obrador entró en funciones como mandatario y para conmemorar esta fecha se reunieron miles de mexicanos en el histórico zócalo capitalino, el cual ha sido durante décadas la sede de resistencia, de protesta, de lucha, y hoy se reivindica esa concentración de poder popular traduciéndose en la esperanza del porvenir.
La fuerza y el apoyo al presidente ayer fue sólo una muestra, del gran poder popular que concentra la investidura presidencial, y que hay que decirlo, ha cambiado. Basta con escuchar la narrativa del presidente sobre la Revocación de Mandato donde predomina una gran mayoría de la población que lo sigue acompañando. Afirmo que la investidura ha cambiado pues, en administraciones pasadas como la de Peña Nieto o Felipe Calderón, prevalecía una ausencia de respeto seguida del gran enojo popular hacia sus respectivos gobiernos, es decir, el presidente en turno era sinónimo de corrupción y contrario a los intereses del propio pueblo y por eso no era respetado.
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Hoy las cosas son muy diferentes, empezando por la conversión de la antigua residencia oficial de Los Pinos en un centro cultural abierto al pueblo, la eliminación del Estado Mayor Presidencial, las políticas de austeridad ordenadas al conjunto de las dependencias gubernamentales y las modificaciones legales para remover el fuero del mandatario.
La sustancia de la transformación que está en marcha reside en una contundente reorientación del presupuesto público hacia la atención de las necesidades más denunciantes (socialmente hablando) de las y los mexicanos. Las propias formas de hacer política y gobernar han cambiado. Son tres años de cambios, tres años de transformación.
Por los que fueron, somos; por los que somos, serán.
