BANCO TRADICIONAL VS. BANCO DIGITAL.

Por José de Jesús Jiménez

Los bancos tradicionales son una pesadilla. No valoran el tiempo ni la privacidad de las personas. La burocracia los caracteriza, esto genera trámites lentos y la pérdida de nuestro recurso más valioso: el tiempo. Por ello, los bancos digitales están ganando cada vez más terreno, brindando servicios financieros con creatividad y tecnología. Es el caso de albo, el primer neobanco en México, con más de un millón de clientes, cuyo objetivo es ayudar a las personas a que tengan finanzas sanas y mejorar su relación con el dinero, ofertando productos financieros transparentes, con un gran servicio y de manera digital: ¡SIN SUCURSALES! Y lo más importante: ¡SIN FILAS Y SIN COMISIONES!

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Vamos comparando.

Acompáñenme a ver esta triste historia:

Hace algunos días decidí cancelar una cuenta de una tarjeta de débito de un banco tradicional que no usaba, pero que cada mes me estaba cobrando una comisión (porque no la usaba). La realidad es que ya tenía otra tarjeta de débito del mismo banco, además, una tarjeta de crédito; por lo tanto, no la necesitaba y no estaba dispuesto a pagar dicha comisión.

El trámite de cancelación me tomó DOS DÍAS. Sí, DOS DÍAS. El proceso fue el siguiente:

Día 1

Me trasladé a la sucursal. Una vez estacionado, me dí cuenta que no traía cubrebocas, tuve que regresar por uno. Para mi mala suerte, había tráfico y cuando regresé había cola para entrar al banco debido al protocolo sanitario. Esperé para que me atendiera un ejecutivo. Había tres personas antes de mi turno. El ejecutivo verificó mi identidad de forma manual. Revisó mi identificación oficial, le sacó copia y luego puso en su escritorio un aparato (hardware) con el que recabó mi huella dactilar. Firmé varios documentos en físico. Pasé a ventanilla a retirar el saldo de la cuenta. Posteriormente, regresé con el ejecutivo pensando que el trámite había culminado. ¡Sorpresa! El ejecutivo me dice que tengo que volver al día siguiente para concluir el trámite. Estaba furioso por dentro pero me controlé, el ejecutivo no tenía la culpa del proceso burocrático del banco.

Día 2

Me trasladé de nuevo a la sucursal. Esperé para que me atendiera un ejecutivo. Verificó mi identidad de forma manual con el mismo procedimiento del día anterior. Firmé varios documentos en físico otra vez. En esta ocasión, sí hice fila para pasar a ventanilla. Firmé en físico un recibo. Regresé con el ejecutivo y me dijo que era todo. ¡Bendito dios!

FIN

¿Ven por qué les digo que los bancos tradicionales son una pesadilla?

En contraste, los bancos digitales están creados para evitar este tipo de malas experiencias. Por ejemplo, en albo, este mismo trámite de cancelación es un proceso muy simple.

Acompáñenme a ver esta bonita historia:

Accedí en un segundo a la aplicación móvil. Dí click en cancelar cuenta. Recibí la llamada de un ejecutivo, quién quería entender el motivo de la cancelación, saber si podía hacer algo para ayudarme en algo y explicarme el procedimiento que consiste en transferir el saldo a otra cuenta o retirarlo en un cajero automático y hacer la solicitud de cancelación por correo electrónico.

FIN

Un banco digital no se entiende sin el uso de herramientas tecnológicas que permitan realizar operaciones a distancia con rapidez y confianza; por ejemplo, contratos digitales de WeeSign, validación de documentos de identidad, reconocimiento facial con inteligencia artificial, entre otras tecnologías que generan valor al ahorrar tiempo, dinero y prevenir fraudes. En los bancos tradicionales, la mayoría de los procesos de cara al cliente son manuales y presenciales. Como consecuencia, son más lentos.

El banco digital es cercano. Lo tienes en la mano (literal). A un segundo de distancia. Desde la app abres una cuenta de débito y te entregan la tarjeta en tu domicilio. Con un click la activas o la bloqueas. En cambio, el banco tradicional es lejano. Lo tienes a kilómetros y en el mejor de los casos, a muchos metros de distancia. Para sacar una tarjeta de débito tienes que trasladarte a una sucursal. Para cancelarla, también.

A nadie le gusta ir a un banco. Al menos nunca he escuchado que alguien diga: “Deseo ir al banco a hacer trámites”, “Me fascina manejar para ir al banco” o “Me gusta perder tiempo en el banco”.

Es sencillo. Si lo que quieres es recibir, transferir y gastar tu dinero libremente: Adiós bancos. ¡Hola albo!