¿DE QUIÉN ES ESTE JUGUETE?

Por Ana Quintero.

Esta es una provocación directa, así que si tus ojos son sensibles, mejor cierra la pestaña y nos vemos la próxima semana.

Todo discurso político implica una consigna, sin importar que se trate de una manifestación o un informe de gobierno. En este contexto, existen personas a quienes les hemos cuestionado su credibilidad para hablar en nombre de ciertos grupos o favor de ciertas causas. Por ejemplo, a una diputada le hemos pedido que no hable de la gestión menstrual porque impulsó una iniciativa para prohibir productos de gestión menstrual de un solo uso, lo cuál afecta de forma directa a las mujeres pobres que solo pueden pagar dichos productos. Por otro lado, tenemos a artistas e influences que han intentado aprovechar la plataflorma que tienen a su alcance para visibilizar y buscar justicia para casos de discriminación por motivos de preferencia sexual, pero han sido señalados por no pertenecer o participar activamente en grupos de activismo por los derechos de la comunidad LGBT+. 

La pregunta es simple: ¿A quién o quiénes le pertenecen las narrativas? 

La respuesta es compleja. 

No tengo una respuesta contundente, pero sé que tendríamos que empezar por considerar que poner atención en quién es el interlocutor, no implica anularlo. Por asimilar que la conversación pública no puede seguir siendo delegada a las grandes compañías que hacen del periodismo un producto dócil a los intereses de los grandes capitales. Por reconocer que en el afán de socializar un mensaje político, corremos el riesgo de despolitizar. Por aceptar que para construir un mundo más nuestro, nos toca ser pacientes, pero especialmente consistentes. 

Mientras construimos la respuesta, nos vemos el próximo viernes.