
TENGO MÁS AMISTADES CON COVID QUE CON PRESTACIONES LABORALES.
Por Ana Quintero.
Tengo más amistades con covid que con prestaciones laborales es algo que suena chistoso, pero en la realidad es triste. No es ninguna casualidad que se hayan popularizado los esquemas flexibles de trabajo, porque eso le quita la responsabilidad al empleador. Tampoco es casualidad que nos bombardeen con videos de gente que acondiciona vans y autobuses viejos para vivir en ellos y explorar el mundo.
Ser pobre nunca se había visto tan trendy.
No es sólo que no tengamos dinero suficiente para comprar una casa donde vivir, sino que, en general, nadie parece poder disfrutar su vida a causa de algo relacionado con su vida laboral. Están quienes no tienen trabajo porque el mercado laboral no tiene vacantes suficientes; las mujeres que han sido orilladas a absorber el trabajo de cuidados no remunerado de sus hogares; quienes trabajan sin derechos laborales y quienes cobran menos o cotizan menos de lo merecido.
Muchos adultos dirán que somos una generación que no sabe trabajar, que no se quiere esforzar y que no podemos comprometernos. Lo dirán porque es más fácil que ver que no nos han ofrecido las oportunidades que su generación sí tuvo.
¿Cuándo voy a comprar una casa? ¿Voy a tener pensión? ¿Voy a poder mantener/contratar mi seguro de gastos médicos? ¿Cuándo voy a tener vacaciones pagadas? ¿Voy a llegar a fin de mes? ¿Qué tanto afectará la inflación a mi sueldo? Tenemos un montón de preguntas con respuestas agobiantes.
La solución requiere una estrategia coordinada mucho más compleja que pedirle a los empleadores que nos den condiciones dignas para tener una vida después del trabajo. Mientras encontramos la forma de valorar más la fuerza de trabajo de una persona, nos vemos el próximo viernes.


