
REVOLUCIONIUX DE PETATIUX
Po Ana Quintero.
Cuando las redes sociales comenzaron a tomar relevancia en la agenda mediática y, por lo tanto, en las campañas políticas de nuestro país, adoptamos ideas sobre el activismo digital y la conversación a través de plataformas como Twitter o Facebook.
¿El activismo digital es realmente más fácil que otras formas de activismo? ¿De verdad no se ha cambiado nada, absolutamente nada, a partir de una tendencia en Twitter? ¿Qué tan fácil es grabar un video para Facebook en comparación de tomar una acción en la calle o hacer litigio estratégico?
Para colocar al activismo digital en su justa dimensión hay que desmontarlo del mito de lo fácil que es. Una campaña exitosa requiere, en su piso mínimo, estrategias de seguridad, protocolos de manejo de crisis, consignas claras, responsables de acción y respuesta, etc. Aunque la información puede estar disponible en internet, lo cierto es que se requiere estar en contacto con varias campañas para aprender los detalles finos de una acción virtual, por más sencilla que ésta parezca.

Por otro lado, es importante quitarle el adjetivo de “cómodo”. Para hacer activismo digital hay que poner el cuerpo de por medio. A menudo, las acciones virtuales requieren de nuestra exposición a pantallas por largas horas, durante varios días. Hay que investigar, leer y monitorear escenarios constantemente, porque las estrategias deben, sí o sí, estar planteadas en la visión más neutral y cercana a una realidad compartida con todos los entes involucrados. Además, sin precaución, una campaña puede exponer la seguridad y la vida de quienes la ejecuten.
Quedan otros factores en la órbita de lo que implica una campaña de activismo digital, como la salud mental para responder, la tenacidad para tomar decisiones aunque sean difíciles y la capacidad de enfrentar el resultado como sea que venga. Quizá podamos analizarlos en otra entrega.
El hecho de que en México haya personas que no tienen acceso a internet, y que haya otras que no interactúan con las redes sociales para informarse y conversar acerca de asuntos de interés público, no le quita poder de incidencia a cualquier campaña que esté sostenida en una buena estrategia. Es realista decir que Twitter es una burbuja, pero desde la burbuja se ha sacudido tanto desde hace más de una década que resulta urgente desmitificar el poder de un hashtag. Por eso, mientras nos tomamos más en serio el poder del activismo digital, nos vemos el próximo viernes.
