EL PAN RECALENTADO.

Por José Miguel Ruiz.

Debo comenzar con la muy pertinente aclaración que no voy a hablar del pan. Del partido acción nacional, pues. Como si fuera necesario seguir dando espacios de difusión a la ultraderecha. El tema del que quiero hablar surge de un lúcido comentario que el martes pasado me hizo un entrañable amigo, el Max Peralta, como piensan que así se llama los que no lo conocen, o como está en el registro civil: César Maximiliano Pérez Alarcón; lujo y honor que tenemos de saber quienes podemos presumir ser su compa, como diríamos acá, en Sinaloa.

Resulta que entre la plática y el consumo del elixir de la vida, ese líquido que quita la tan famosa sed de la mala, el Max me dijo que, para tener éxito en los temas de comunicación y medios de difusión, era necesario tener el timing. El tiempo lo es todo. Para explicarme de manera más explícita, utilizó una excelente analogía: es como el pan caliente. Si quieres vender pan, es preciso procurar que esté caliente y recién salido del horno. Nadie quiere comprar pan frío.

Así mero pasa con las noticias y los temas de la opinión pública. Se acostumbra a hablar de los temas que están calientes, recién salidos del horno. Los temas se enfrían y ya nadie los voltea a ver.

Aunque esté de acuerdo con él, creo también en la máxima que recita que toda regla general tiene su excepción. Por eso pienso que el pan también se puede comer frío, o al menos recalentarlo antes de. 

Dicho lo anterior, vamos a comer pan recalentado: resulta que la semana pasada sucedió una muestra más del inconmensurable horror que es intrínseco de la vida. Negar el horror es casi negar la vida misma. Y aunque es más fácil creer en lo bello, defenderlo y aferrarse a su prevalencia, el horror siempre nos acecha inapelablemente, y tarde o temprano lo tenemos que enfrentar.

El detalle es que no estamos listos para ello. El horror se presenta en imágenes; así es como digerimos el mundo. De alguna manera, histórica y dialécticamente nos han atravesado procesos de normalización de la violencia a través del consumo de imágenes, y si esta se nos manifiesta, lo más probable es que sucumbamos ante ella, o peor, volteamos a ver y en cuestión de minutos seguimos con lo nuestro.

Como les decía, el pasado viernes, en el Estadio Corregidora en Querétaro, un grupo de fanáticos – que no es sinónimo de aficionados – representó el horror de la violencia. Y este no es un caso aislado ni el único, es tan sólo una pequeña porción de los horrores del mundo. Siguen tan vigentes Joseph Conrad y Walter Kurtz. 

Esto pone en evidencia la necesidad de apostar por una pedagogía de las imágenes de violencia. Creo profundamente en lo que Susan Sontag expresaba, por ejemplo, en su ensayo ‘Sobre la fotografía’, en donde reflexionó profundamente sobre el ejercicio intelectual frente a la expresión del horror a través de la imagen. Ella creía que más allá de censurar, soslayar o sufrir lasrepresentaciones de la violencia, es un deber, o al menos una alternativa, construir una postura crítica frente a lo que se nos pone en frente. En este caso, lo sucedido en el estadio de los gallos blancos. 

Sólo así es posible pasar de la indignación y el enojo, podemos pasar, al menos, a la reflexión política sobre la violencia; también por la necesidad de no mostrarnos indefensos emocional e intelectualmente ante el horror, al contrario, ser confrontativos. Nadie puede negar que existe el horror y, para hacerle cara, se necesitan balas de salva… 

 

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