LA IMPORTANCIA DE PORTAR SOMBRERO.

Por José Miguel Ruiz.

El pasado fin de semana fui a San Miguel de Allende. A pesar de que ese pueblo se ubica en México, realmente pertenece a Estados Unidos, y en un segundo lugar al 1% de México, es decir, a la gente más rica del país. A los gringos porque, básicamente, la economía de ese lugar viene de los dólares que los del otro lado, en su glorioso retiro, van a gastar en esos lares de Guanajuato. Y, por supuesto, ante los insípidos componentes culturales del otro lado, se ven en la penosa necesidad de exotizar una cultura tan colorida como lo es la mexicana. A los ricos, satirizados como los famosos whitexicans, porque ir ahí los hace estar más cerca de su tan anhelada equiparación con la gente gringa, y porque son territorios neutros para dar rienda suelta a sus excentricidades. 

Obviamente yo no pertenezco a ninguno de esos dos grupos, de modo que me sentía como un intruso por allá. Pero, en lugar de ensimismarme, quise vivir la experiencia blanca adinerada, así que realicé un performance, o al menos eso creo. 

El caso es que ese performance pudieron haberlo notado – o no – quienes me siguen en Instagram. Toda foto y video que subí eran con el sombrero bien enfundado. No de ranchero ni de jornalero, sino de Indiana Jones. Bueno, para ser más exacto, de dizque vaquero. Creo que saben a qué me refiero.

La verdad es que hasta en el antro anduve así y, sin ánimos de mentir, me fue muy funcional portarlo. Todo eso me hizo pensar en lo que realmente les quiero platicar por acá.

Resulta que cuando se habla del primer mundo, el cual está profundamente relacionado con neoliberalismo, por no decir que son siameses, siempre se habla que, en el caso de México, este llegó tarde a la fiesta de la globalización. Siempre impuntuales, pues. También se dice que somos como una especie de oveja negra ahí, o el prieto en el arroz. Que eso no se relacione con lo blanco no es coincidencia. 

En ese sentido, México suscribió el Tratado de Libre Comercio en 1994, lo cual significaría su pase de abordar para el primer mundo, pero el neoliberalismo se gestaba desde los años 80, siendo artífice, por una parte, el Consenso de Washington, término acuñado por John Williamson. Este grupo estaba formado por el Fondo Monetario Internacional (FMI), por el Banco Mundial y por el Tesoro de Estados Unidos, las tres instituciones todas situadas en esa ciudad. Ellas determinarían las políticas económicas por seguir, que constarían de la liberalización del comercio, disciplina fiscal, la privatización, desregulación, entre otras. Por otro lado, su autor intelectual más connotado fue Milton Friedman, quien básicamente parió la idea del neoliberalismo, que es el contenido sustancial de esas políticas económicas.

Pues bien, como les decía, suele decirse que México llegó tarde a esa fiesta del primer mundo. Que para cuando se postró frentela cadena del antro llamado Globalización batalló mucho para que lo dejaran pasar porque, ya saben, los cadeneros – los países dueños del primer mundo y las empresas trasnacionales – te juzgan casi tan fuerte como un sacerdote en el confesionario. El problema, más allá de llegar tarde, era el costo de que el cadenero no te permitiera entrar porque tu imagen, figurativamente hablando, no es digna de ese lugar.

Y es ahí cuando recordé mi intento de performance. Yo iba con unos primos, y uno de ellos llevó a un grupo de amigos. Todos ellos seguramente traían mucho más dinero que yo – a decir verdad, yo llevaba muy poco- pero como traía sombrero mamón me dejaron pasar, y a ellos, más sencillos, pues no. Les saliómás caro no traer ropa cara. Nunca va a ser el mismo gasto pasar a un antro al primer intento que después de estar rogando. Definitivamente te van a pedir consumo mínimo, y créanme que decirle “mínimo” es paradójico, porque de eso nada tiene. Pues así le pasó a México en la neoliberalización. 

Realmente nunca llegó tarde, eso es una burda especulación de quienes todo quieren criticar del país. Más bien, lo importante, y de ahí la obscena insistencia en la analogía de la cadena del antro, es lo relativo a las condiciones en las cuales llegó México.

Habría que recordar, primero, que el país venía cargando con los lastres de la “década perdida”. En ese lapso, tras profundas crisis económicas, y en un contexto donde el país era de tendenciaestatista y nacionalista, toda la carga presupuestal iba encaminada a la recuperación de las empresas paraestatales, dejando por un lado los programas sociales pero, sobre todo, la inversión en el capital humano especializado, el conocimiento y el desarrollo de las tecnologías.

Pensemos, entonces, que esas tres características son la vestimenta ideal para el antro. Pero no sólo eso: también el lenguaje, la actitud, el comportamiento ideal para desenvolverte ahí. En suma, todo el conjunto para que, a la primera, te abran la cadena. Pero, más allá de la entrada, tener garantizado el éxito en ese ecosistema. Atraer y gustar a los demás. La aceptación pero, sobre todo, la adaptación.

Justamente esas tres ideas, además de otras, son las que en el contexto neoliberal te permiten ser un país exitoso. Que los servicios que prestes sean especializados para que la mano de obra sea más cara. Que generes más patentes por tus conocimientos, los cuales te permiten exportar en calidad y cantidad, porque de todo lo que el mercado exige, lo más redituable son los bienes inmateriales. Y, por supuesto, que tu tecnología sea de punta, porque de ello dependerá tu especialización y el uso de los conocimientos.

Esos elementos conformaron las cadenas globales de consumo, determinando la relevancia de los países y ciudades en la jerarquía de las redes globales. Como lo que México podía ofrecer (su imagen) era modesta, pues se limitaba a la mano de obra barata con grado medio-bajo de especialización, la exportación de bienes materiales primarios, a veces terciarios pero sólo de ensamblaje, así como los servicios turísticos, fue esa la manera en la que el puesto en la escala que obtuvo fue también muy modesto. 

Eso, tal y como sería en el antro, le costó caro. La pobreza aumentó, la riqueza se concentró en todavía más pocas manos, las condiciones laborales precarizaron y nuestra codependencia tóxica con Estados Unidos se estrechó. Definitivamente México no llegó tarde a la cadena del antro, sino que no llegó con el mejor outfit.

Pero, eso sí, balas de sobra, por culpa de los vecinos del norte, se han importado a este país. Aquí les va una de ellas, pero de salva…