NO HAY CONSUELO SIN AGENDA.

Por Ana Quintero.

Nuestra generación, en comparación con la generación de nuestros padres, está sometida a ciclos de producción y consumo más acelerados, es medida con expectativas mucho más altas, y heredó un mundo con menos recursos y más hostil.

Esto nos ha provocado problemas de salud mental como depresión y ansiedad. Ante eso, nuestro primer paso colectivo, aunque desorganizado, ha sido hablar abiertamente de nuestra salud mental, nuestros diagnósticos y nuestros procesos para quitar el tabú que rodea a estos asuntos que anteriormente se consideraban íntimos o privados. De paso, hemos establecido que la salud mental es fundamental como una verdad universalmente aceptada. Esta respuesta representa un cambio de dirección en la forma en la que nos relacionamos con el mundo, pero debemos quitarnos la venda buena-ondita de los ojos para ver que quitar el tabú no está ni remotamente cerca de la causa del problema. Eso sin mencionar que tener acceso a diagnósticos y tratamientos para la salud mental es un lujo que no cualquiera puede pagar.

El paso que sigue es politizar nuestros problemas. ¿Eso significa que le vamos a echar la culpa de todo a los gobiernos? No. Bueno, sí, pero con la debida justificación.

Es importante saber que las dificultades para encontrar un buen trabajo, para que nos alcance el salario, para que podamos comprar una casa o un coche es un asunto que no es exclusivo de unas cuantas personas aisladas. Pasa en, prácticamente, todas las ciudades de nuestra región, y basta con analizar a nuestro grupo de amistades para darnos cuenta de que no estamos aislados ni se trata del resultado de elecciones personales.

Mirarnos y encontrarnos en otras historias no será consuelo que alcance si no nos organizamos para cambiar y prevenir lo que corresponda. El abismo generacional, al que se suman las jubilaciones y pensiones, conforman una lista de varios problemas públicos que los gobiernos no pueden seguir ignorando, principalmente porque con la omisión nos están arrebatando el futuro en forma de derechos básicos, de manera sistémica y sin que podamos meter las manos de forma individual.

Hace tiempo que ya es hora de aceptar que nuestra generación está en problemas; es urgente que comencemos a organizarnos bajo esquemas que representen incidencia directa, como los partidos políticos, lo que implica pasar por procesos de consenso y sobre todo, activismo político con altos niveles de compromiso. Por pesado que suene y por tanto repele que de ir a negociar y persuadir políticos de la vieja guardia, abandonarnos como causa nos representará un costo de felicidad y bienestar del que no nos podremos recuperar. Por eso, mientras retomamos la militancia masiva, crítica y activa, nos vemos el próximo viernes.