¿QUÉ PASARÍA SI DESPERTARAS TODOS LOS DÍAS A LAS 5 A.M.?

Por José Miguel Ruiz.

Un día, como cualquier otro, porque siempre acostumbro a andar de fisgón conmigo mismo, me pregunté: ¿qué tienen en común la gente con dinero y la que no tiene? Después de una no tan profunda pesquisa, además de lo obvio, que es que todos somos humanos y lo demás, llegué a la conclusión de que en lo único guardan semejanza es que ambos polos tienden a levantarse muy temprano para chambear; pertenecen al famoso aunque no tan exclusivo club de las cinco de la mañana. Unos se levanta a correr, y los otros ya van camino a trabajar. Al final, es exactamente lo mismo, porque ambos son explotados, aunque de diferentes maneras. Y si no me creen, pregúntele a Byung-Chul Han.

El caso es que cuando por fin llegué a esa reflexión, que no era más que una trampa porque de ahí brinqué hacia otra interrogante, justamente me cuestioné lo que en el título de este artículo se dice. Y fue así como, finalmente, se me ocurrió tratar de describirte, ahora sí de manera más solvente, los beneficios que puedes obtener de levantarte a las cinco de la mañana. Claro, siempre y cuando en tus cuentas bancarias, en tu billetera y en tu alcancía no haya abundancia.

Pues la verdad es que el beneficio es escaso, por no decir nulo. Y te lo digo con el debido perdón. Quizás te rinda más el día, pero eso tampoco es garantía de que te vaya mejor. Pero ya que estás aquí, acompáñame a ver qué es lo que en México ha pasado por mucho madrugar – sin pensar que por eso dios nos esté ayudando–, para no enfrascarme en un soliloquio absurdo. Y no me vengas con eso de que “mientras haya chamba…” porque es casi padecer del síndrome de Estocolmo.

Entonces, a lo que vamos: México se ha caracterizado por ser un país con una considerable. Esto ha sido posible de detectar gracias a diversos instrumentos. Uno de ellos es la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), la cual tiene por función medir a la Población Económicamente Activa (de ahora en adelante PEA) y las condiciones bajo las cuales desempeña sus labores. Esta se comenzó a levantar desde el año 2005. En 2022, según la ENOE, la PEA en México asciende a 57.7 millones de personas. En contraste, la Población Económicamente No Activa (PNEA en lo subsecuente) escaló a 41.2 millones de personas.

Hasta aquí pareciera que vamos bien. Las cifras mencionadas con sus aclaraciones pertinentes, que interpretadas se convierten en narrativa, nos platican que la mayoría de las personas en México tienen trabajo. Qué chulada, ¿no? Pero, como te comentaba en un principio, no por mucho madrugar dios ayuda. Mucho ojo.

Como se evidenció la alta tasa de empleo, se buscó medir la calidad de este. En ese sentido, para nombrar la precariedad que atraviesa a los trabajadores – por más que se quiera romantizar al trabajo y tildar el supuesto privilegio de tenerlo – desde la academia se propusieron tres supuestos, a saber: “sin ningún tipo de prestación” que indica que no se cuenta con ninguna prestación social ni con atención médica; “sin con trato permanente” que sucede cuando no se tiene ningún tipo de contrato o, en el mejor de los casos, sólo es verbal o temporal (pero en ningún caso se cuenta con la seguridad de un contrato indefinido); por último, los “no sindicalizados”, que son aquellos que declaran no pertenecer a ningún tipo de sindicato.

Todas estas circunstancias convergen en la informalidad del trabajo, pensando en que éste nos cumple los requisitos del Derecho Social. En ese sentido, cifras obtenidas de la ENOE del último trimestre del 2021, demostraron que en ese año, aunque si bien es cierto que la informalidad recuperó el índice de desempleo debido a la pandemia, al cierre de ese, año 31.6 millones de trabajadores, es decir, el 55.8% del total de las personas encuestadas, se encontraban en condiciones laborales informales, lo cual significa no tener acceso a derechos laborales plenos, beneficios y prestaciones y condiciones adecuadas para trabajar.

Una de las problemáticas más apremiantes sobre los trabajos que propician condiciones de informalidad, por tanto, de vulnerabilidad, ha sido el Outsourcing, entendida esta figura como una forma de subcontratación de un empleado. Para explicarte en términos muy sencillos, imagina que en donde trabajas, quien te contrata es una tercera empresa, aunque realmente tus servicios son para la empresa que se suponía te había contratado. Así ha sido el sentido bajo el cual se ha usado esa figura en México, aunque su lógica original reside en la necesidad de la prestación de servicios especializados, lo cual hace pensar que su uso en el país ha incurrido en malas prácticas.

¿Y qué cartas en el asunto ha tomado el gobierno? Algunas de las reformas impulsadas, que entraron en vigor el pasado 1 de septiembre, consistieron en modificaciones a una serie de leyes, tales como la Ley Federal del Trabajo, Ley del Seguro Social, Ley del Infonavit, el Código Fiscal de la Federación, la Ley del ISR, la Ley del IVA. Entre esos cambios, uno de los más relevantes es que las sanciones para el outsourcing ilegal se intensifican, toda vez que esta práctica se equipara a la defraudación fiscal.