
EL DISCRETO ENCANTO DE LA BUROCRACIA.
Por José Miguel Ruiz.
Al modo de la burguesía de Luis Buñuel, la burocracia, digamos, también tiene lo suyo. Un no sé qué que qué sé yo. Por lo general, lo que suele desbordar nuestras pasiones politiqueras son los buenos discursos, los acalorados debates, las confrontaciones novelescas entre los diversos actores (políticos) y la entronación y olvido de los ganadores y perderos en las elecciones; y niéguenlo: hasta casinos llegan a armar apuestas respecto a elecciones presidenciales.
Pero justo en las entrañas de ese aparato burocrático,relegado en el desván de las a veces inhóspitas oficinas gubernamentales, condenada al desdén y el resentimiento marcado por la distancia que fija un escritorio, y que desde luego no goza del cariño que se gana en la arenapública, se encuentra su discreto encanto; y es en gran medida que muchos de los planes propuestos por quienes conquistan en las votaciones, los que sostienen el micrófono y que se roban el corazón del electorado, son definidos por esa desplazada burocracia, marcando el destino venturoso o fallido de los planes de gobierno.
Pasa que desde un punto de vista racional – pensado en esto como el control sobre los procesos y fenómenos –, así como desde la óptica de Woodrow Wilson y el Weberiano sobre la burocracia, se llega a considerar que esta – la Administración Pública – funciona como un ente perfecto y esquemático respecto a su proceder, relacionado con los aspectos ideológicos y programáticos que los liderazgos políticos promueven. Como si la burocracia estuviera alejada de todo interés que motive a la acción política. Pero la experiencia ha demostrado que esto no es así.
Sí, definitivamente los discursos de Andrés Manuel, con su corte nacionalista y el cual gira en torno a la erradicación de la corrupción; Peña Nieto con su refrito de los dichos salinistas de – ahora sí – llevarnos al primer mundo; y Fox, con su propuesta de alternancia, fueron lo suficientemente convincentes para consagrarles en la cúspide del poder.
Pero hay una considerable distancia entre esos grandes discursos, llenos de principios abstractos y profundos, frente a las realidades que se viven desde la administración pública y la burocracia; esto también guarda relación con los órdenes de gobierno: las directrices e intereses de la federación frente a las necesidades y también los intereses de los gobiernos locales.
Cuando Andrés Manuel nos jura que va a erradicar la corrupción, quizás lo dice de corazón. Eso no lo niego. Sin embargo, bien dicen que del dicho al hecho hay mucho trecho. A veces ni siquiera se trata de la falta de voluntad; una de las posibles explicaciones que pudiesen surgir para entender las fallas en los programas de gobierno, sobre todo en el cumplimiento de sus objetivos, se puede remitir a la acción que se da en gobiernos locales, por ejemplo panistas, pues cuando no existe coordinación, además de las diferencias ideológicas, en la desenvoltura de la dinámica entran en juego los vicios o virtudes que Administraciones Públicas locales y de la federación suelen tener, y que menguan el rendimiento de los gobiernos en turno.
Ojo, no todo es culpa de la implementación, y sería injusto satanizar a los gobiernos locales, así como a la misma burocracia. Más que nada, aquí lo que quiero poner en relieve es que, aunque muchos no lo crean, gran parte del éxito de los grandes programas de gobierno dependen del buen funcionamiento burocrático y de la fortaleza municipal, junto con la coordinación estatal.
Al final, creo que el discreto encanto de la Burocracia reside justamente en su discreción, en no llevarse la gloria del político de elecciones, pero tampoco las balas de salva a las que se exponen, pues ese es el más altoprecio a pagar por ser el rostro público…