
VÁYASE POR DONDE NO HAY CARROS (O ACCIDENTES).
Espérese, hombre. No sea terco. Qué no ve que los que andan en carro traen prisa. Usted, por el contrario, rebosa de tiempo pues se levantó a las 5 ah eme para repetir la mecánica tarea de bañarse, alistarse y alistar a su hijo, desayunar y darle desayuno; luego, a las 6 ah eme, tomar el PEMEX-Barrio, con la suerte de encontrar un lugar en el cual ir sentado o al menos su hijo, y con el firme objetivo de dejarlo en la escuela a las 7 ah eme, puntual, para evitar cualquier llamado de atención de las temidas prefectas.
No conforme con lo anterior, todavía tiene la tranquilidad de poder llegar al centro para tomar un Lomita-Cañadas sin retraso alguno. Como entra a trabajar a las 8, si contamos el tiempo que tarda en llegar la ruta del camión, más paradas del bus, le sobrarían más o menos 10 minutos para vaya usted a saber qué puede hacer con ello.
Por el contrario, los que andan en el carro, que mal se levantaron a las 8:50 para entrar a la chamba a las 9, llevan toda la premura, a tal nivel que andan buscando un método infalible con el cual revertir el tiempo o paralizarlo, para hacer en diez minutos todo lo que usted en 1 hora, incluyendo llegar al trabajo. Mucha es su falta de solidaridad, persona que anda en Mercedes Benz con chofer – a veces, hasta con aire acondicionado –, de no ponerse en el lugar de los que conducen vehículo.
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Para colmo de los humildes conductores de carro, quienes han accedido a dar un ínfima parte del espacio público – que dicho sea de paso les pertenece a ellos – a los que andan a pie, en bici y en moto, el pasado 17 de mayo de 2022 recibieron la ignominiosa noticia de la entrada en vigor de la Ley General de Movilidad y Seguridad Vial, además del artero golpe que se les atestó en otra ocasión, con motivo las recientes reformas a la Ley de Movilidad Sustentable en el año 2021, por parte del Congreso del Estado de Sinaloa. Y usted todavía tiene la osadía de reclamarles.
Porque, seamos honestos, a quién le importa una Ley General, misma que implícitamente contiene Derechos Humanos de aplicación general en el país, si lo que viene a contrarrestar es el Derecho Natural del conductor a poseer, el cual sólo tiene por limite el propio placer y el soberano designio del automovilista, el espacio público que fue diseñado para los carros. A quién le va a importar los Derechos Humanos si, por ejemplo, el que va en su carro tiene que llegar temprano al desayuno entre colegas de su exitoso trabajo, y ya lleva 10 minutos de retraso.
Y si poco importan las leyes, que es la brújula ética y moral de los bien habidos conductores de automóviles, menos les interesa que en el año 2011, en donde dio inicio el Decenio de Acción para la Seguridad Vial 2011-2020, bajo el auspicio de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), cuya implementación permitió la creación del Plan Mundial para el Decenio de Acción para la Seguridad Vial 2011-20, se diera un diagnóstico que en ese entonces ya era terrible, respecto a la problemática de la seguridad vial y la movilidad.

Entre los datos que más brillaron en ese análisis, y que a la luz de lo que opinan los conductores, son del todo falsos, nos describen que en el mundo, en 2011, cada año fallecían cerca de 1,3 millones de personas por hechos de tránsito – más de 3000 personas diarias – y más de la mitad de ellas no viajaba en automóvil; que entre 20 millones y 50 millones de personas más sufrían traumatismos no mortales provocados por hechos de tránsito; y que las colisiones de vehículos de motor tenían una repercusión económica del 1% al 3% en el Producto Nacional Bruto respectivo de cada país, lo que ascendía a más de $500,000 millones de dólares. Pero qué absurdo, dirían los conductores, que se esté hablando de cifras de hace más de 10 años, pues seguramente hoy todo es mejor.
Pero resulta todavía más absurdo que en América, la Organización Panamericana de la Salud, 8 años después del infame informe de la ONU, haya publicado en 2019 el estudio ‘Estado de la seguridad vial en la Región de las Américas’, en el cual demostró que México se había quedado muy rezagado en seguridad vial. La infamia, obviamente, reside en que se sostienen datos que ninguno de ellos es cierto.
Por supuesto que a los conductores les son indiferentes los discutibles resultados que en ese dictamen señalan a México como el tercer país de América con más muertes relacionadas con el tránsito, sólo por detrás de Brasil (38,651) y de Estados Unidos (35,092). Además, no es creíble que México tuviera dos veces más muertes por hechos de tránsito que Venezuela, que es el cuarto país con más muertes del continente, sin dejar por un lado que se mienta al decir que México tiene una tasa de mortalidad por tránsito de 13.1 muertes por cada 100,000 habitantes; por último, que falazmente se afirme que en nuestro país, el porcentaje de víctimas de hechos de tránsito que presentan una discapacidad permanente alcanza el 16.4%, el segundo más alto de América.
Seguramente los conductores de automóviles tienen otros datos. Lo más probable es que se trate, otra vez más, del afán que aflige a los resentidos sin carro, que los orilla a siempre estarse fijando en el otro que le va mejor que a él. Si tan solo se esforzaran más en su trabajo, y hubieran nacido en otras condiciones, pudiesen entrar a la cosmogonía del vehículo y no tener que apelar al romántico discurso de los Derechos Humanos.
Y peor aún, la insana testarudez de los suyos, los que sí andan en automóvil, tales como integrantes de diversas organizaciones de la sociedad civil, expertos, académicos y legisladores que desde hace varios años han estado pugnado para lograr reformas legales en materia de movilidad y seguridad vial, que permitan que en México se privilegie la vida y la integridad física por encima de los automotores, más aún cuando lo han promovido bajo el respaldo de cifras tan imprecisas… ¿Es que, acaso, ellos ya no piensan usar carro? ¿Se tratará, pues, del disparo en su contra de Balas que no son de Salva?
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