
Orden y progreso.
Por Adrián Espinosa.
Pasé 12 años de mi vida en una escuela católica, por un largo tiempo me he preguntado las repercusiones que esa etapa de mi vida me pudo haber dejado. Empezaremos por las cosas buenas y luego enumeraremos las malas, como al catolicismo le hubiera gustado que lo haga (siempre guiado por la moral y la dicotomía bueno-malo, pues)
Dentro de lo rescatable es que en las instituciones católicas se impone un orden y una rigidez que dudo que existan en otras de algún otro tipo, como por ejemplo las escuelas laicas públicas. Aunque, obviamente, muchas veces estos conceptos se imponen en detrimento de la libertad y la libre expresión de la personalidad del alumnado, reflejado en un férreo código de vestimenta.
Inclusive, en la institución católica a la que yo asistí, a partir de preparatoria (en ese momento, ignoro si esta practica sigue hasta este momento) se asigna a una persona en la entrada de la escuela para que escudriñe y examine a detalle la vestimenta de los alumnos que van llegando, siendo que si al asignado no le parece el más mínimo detalle de tu uniforme, te podían regresar a tu casa a cambiarte.
Supongo que es una cuestión demasiado ambigua, una persona puede argumentar discriminación o una falta a la libre expresión de la personalidad (lo es); mientras que otra podría considerar esta practica como “buena”, porque se apega a sus valores de pulcritud, impecabilidad, limpieza, etc. Dependerá desde qué perspectiva se vea el asunto.

La vigilancia podría recordar al Panóptico de Jerry Bentham o a los estudios sobre los mecanismos de control de Michel Foucault; en efecto la vigilancia es algo bastante común en las instituciones católicas y más las de tipo ultraconservador, dependiendo el grupo que administre la escuela. Los métodos de control social para encaminar a los estudiantes hacia un tipo de filosofía u objetivos de vida existen, pudiendo ser sutiles o de plano muy evidentes.
Los estudiantes dentro de un colegio católico poco a poco van perdiendo su libre albedrío, porque siempre están bajo los efectos de la vigilancia y de los métodos de coerción. La pérdida del libre albedrío podría llevar a adherirse poco a poco a la filosofía de la institución, viéndose esto reflejado en la manera de pensar: “hacer eso es pecado”, “no debes jurar en vano” o “no debes de decir eso”
Cuando un estudiante de colegio católico termina su proceso y al final sale de su “jaula” existen dos posibilidades: 1. El estudiante, bajo los efectos de la coerción, elegirá continuar su camino en una institución media superior de carácter similar, es decir, católica. 2. El estudiante que logró deshacerse de los hechizos malévolos del catolicismo y que no logró ser abducido, elegirá una institución diferente y más libre para su siguiente proceso, llámese universidad con tintes izquierdistas o progresistas.

“Orden y Progreso” reza la bandera de Brasil, como señalando al caos como la madre de el estancamiento social y económico. Por lo menos el orden sí lo considero algo fundamental en la vida, ya será debatible si como para ponerlo de emblema en una bandera. El orden sería de lo poco rescatable que deja una institución católica, es verdad que se difunde y se hace mucho énfasis en el orden dentro de estas instituciones.
En los colegios de ordenes católicas no cabe lugar a la duda, al escepticismo o a lo inusual. El alumnado está bajo un proceso de estandarización de pensamiento, que difícilmente pueden erradicar; el pensamiento crítico brilla por su ausencia y a los alumnos no se les enseña a pensar por si mismos, sino a dejarlo todo a la divinidad. Incluso la apariencia física de los estudiantes es muy similar, hasta en eso se impone una medida básica de estandarización.
No sobra decir que algunas agrupaciones religiosas se han visto envueltas en escándalos a nivel internacional, como el caso de los Legionarios de Cristo con el Padre Maciel o más recientemente el Opus Dei cuando el Papa Francisco señaló que los iba a investigar y que la época en la que fueron intocables se iba a acabar, veremos si quedará en pura retórica o si de verdad el mandatario católico abrirá la cloaca, lo que se descubra es un paso firme hacia la justicia, la reparación de daños y la rendición de cuentas.
