
El canto de las sirenas.
Por Cristal Valenzuela.
Que complicado es vivir alumbrado del canto de las sirenas, voces hermosas que endulzan el oído, que te cantan con tan melodiosa voz eso que quieres escuchar. La mitología es interesante, imaginamos desde su voz algo maravilloso y el antecedente es peligroso una vez que entiendes sus intenciones.
Pero no, no vengo a hablar de sirenas, tampoco a exponerlas, simplemente me pareció oportuno tomar como ejemplo y punto de partida los mitos que existen alrededor de ellas para explicar lo que si me preocupa, porque no saben cómo lo he estado percibiendo más que nunca en estas nuevas generaciones.
Históricamente hemos visto que según la afinidad que se tiene con alguien, principalmente cuando ese alguien forma parte de la administración pública, adoptamos una peculiaridad en común, así es, la adulación.

Somos conscientes de que adular no precisamente tiene significados positivos, personalmente yo lo percibo como algo peyorativo, y digo, no es como que reconocer el trabajo bien hecho por alguien sea algo erróneo, pero ¿Por qué elogiar lo que hace un funcionario?
Las redes sociales son en gran parte los protagonistas de este tipo de situaciones, tenemos que dejar en claro que no están haciendo algo extraordinario, está cumpliendo con su deber en el cargo para el que han sido nombrados.
La adulación es peligrosa, mis estimados, ¿ya se les olvidó el libro de El Príncipe? Maquiavelo dedicó un capitulo para explicar “Como huir de los aduladores”. La razón es sencilla, un buen servidor no puede ni debe perder la objetividad.
Oír lo que deseamos oír es la cordial invitación a desconocer la realidad, hay que rodearnos de personas que nos hablen desde la percepción, desde lo que es visible e inevitable, desde la sinceridad.
Es normal dejarte guiar por el canto de las sirenas cuando los versos suenan casi perfectos, es casi inevitable no sentir un elevación en el ego cuando te dicen eso que deseas escuchar, pero es arriesgado creer que todo eso es verdad.
