EL ANHELO CUMPLIDO DEL PRI.

Por Miguel Álvarez.

Cuando Robert Michels escribió su teoría referente a “La Ley de Hierro de la Oligarquía” trazó un planteamiento que por casi un siglo describió la organización del Partido Revolucionario Institucional. Esta teoría sostenía que una organización partidista, entre más grande, organizada y afianzada se encuentre, más va a tender hacia la formación de una oligarquía que busque hacerse del control de las decisiones y el partido.

Michels planteó su ley como inevitable, de allí el término “hierro”, sin embargo, esto nunca negó que eventualmente se levante un perfil dentro de los partidos políticos que tenga las cualidades y la intención de derrocar las prácticas oligárquicas y a quienes las promueven.

Eso sí, dicho personaje tiene que ser todo un animal político, un revolucionario en toda la extensión de la palabra, que sepa tanto de ideología como de trabajo entre las propias bases del partido, alguien que prácticamente masque el hierro de la oligarquía y escupa tuercas.

En el caso del Revolucionario Institucional, muchos quisieron ser ese animal político que terminara con la oligarquía que se apropió del partido y sus decisiones, sin embargo, ninguno de ellos había logrado culminar el tan anhelado reclamo de la militancia tricolor: poner los clavos del ataúd en la cúpula que se apropió del Partido hace varias décadas y ya nunca quiso soltarlo.

Aquí entra en escena Alito Moreno, dispuesto a recuperar “la fuerza de la militancia” y que, bajo este slogan, resultó electo con 2 millones de votos de las bases, permitiéndole ir relegando poco a poco a esa oligarquía rancia que desquebrajó al partido que lo formó desde su juventud, dejando claro que ya era suficiente de la pseudo-nobleza que pasaba su carrera política obteniendo espacios sin nunca haber competido en el territorio, pero que se sentían los primeros priistas por simplemente ostentar los apellidos de dirigentes partidistas de antaño.

Es bien sabido que en el PRI, hasta el más chimuelo masca fierro, pero Alejandro Moreno está muy por encima del resto y ha marcado una nueva era al terminar con los liderazgos artificiales que llevaron al Revolucionario a perder la presidencia de la República en dos ocasiones, mostrando que a estos perfiles simple y sencillamente “les faltaba barrio”.

Nunca conocieron a la militancia de a pie, nunca les tocó estudiar en universidades públicas, trabajar en precarias oficinas municipales, pegar gallardetes o repartir volantes, porque todo lo que tuvieron fue heredado. El PRI, al fin logró el anhelo de décadas, ser un partido donde los apellidos no matan el trabajo.