¿El inicio del desencanto por la democracia?

Por Victor Manuel Arredondo Vizcarra

Estos días han sido interesantes para analizar la política, sin embargo, si para muchas personas es interesante, para otras es confuso. El sábado pasado vimos como nunca como muchos políticos que le tiraban al actual gobierno, hoy son acogidos y arropados por el movimiento en el poder, pese a los abucheos y la confusión de la gente. Pese a las reacciones negativas, a muchos de ellos no les importó, casi que nos decían que soportemos.

Actualmente estamos viviendo la maduración y consolidación de un movimiento que está buscando echar raíces en el poder, con vistas más allá de las elecciones presidenciales, y al mismo tiempo podemos ver los resultados no tan satisfactorios de este primer gobierno de la cuarta transformación.

Es curioso ver qué, mientras las élites políticas se reconfiguran, buscando mantenerse en el poder y cambiando su discurso casi de la noche a la mañana, a los ciudadanos de a pie nos cuesta entender que los discursos no siempre se cumplen, que su político por el que se peleaban ahora resulta estar con los que se peleaba, que en realidad su entorno sigue igual y que inevitablemente va a sentirse abandonado y defraudado.

Espero me equivoque, pero a partir de estos meses podemos empezar a vivir un nuevo desencanto por la democracia, aquella que con su ilusión nos inspiró a votar por un cambio en 2018, pero que con la frustración por ella hacia que muchos se quedaran en sus casa en las jornadas electorales donde el PRI era el partido hegemónico.

Pero gente, lo que menos debemos hacer es perder la fe en la democracia, porque dejar el poder y la capacidad de decidir en unos pocos nos llevará de nuevo al conformismo y el letargo que tuvimos por allos con la vieja elite política, aquella a la que hoy le llaman neoliberal y de la que muchos de sus integrantes están llegando a la Cuarta Transformación.

Quien mantiene viva la llama de la esperanza en la democracia no es el político, el dirigente o el gobernante, es el ciudadano de a pie que sufre el alza en inseguridad y violencia, el que se estresa por el alza de los precios de la comida, al que no le alcanza para comprarse una casa o mantener una familia, al que tiene que trabajar todo el día para llegar al fin de mes. Nuestro deber como ciudadanos es el de mantener esa esperanza con el activismo, la exigencia y la participación. Los que aún creemos en ella tenemos la tarea de animar a los demás, no es fácil pero alguien tiene que hacerlo por el bien de nuestro país.