La paradoja de la dualidad.

Por Alberto Tinajero.

Esta semana quiero compartir con usted que lee estas líneas, mis reflexiones sobre el libro Demian de Hermann Hesse. Aclarando en principio, que solo soy un apasionado de la lectura y puede o no, que coincida mi razonamiento con el suyo.

Para mí, Demian lejos de ser una novela fantástica, es una analogía sobre los conflictos que dominan la existencia del ser en las diferentes etapas de la vida. Cuando niños por ejemplo, nuestra capacidad para diferenciar entre el bien y el mal; se sustenta en los valores que adquirimos de nuestros padres, que a su vez los adquieren de los suyos y que en un principio son producto de la doctrina o religión que profesemos.

Pero, ¿qué sucede cuando caemos fuera de esa voluntad divina? Es decir, cuando las circunstancias nos hacen incluso sin quererlo, atentar contra esa moral adquirida. Pues dependiendo de la fortaleza de dichos principios y la edad o experiencia de cada quien, tenemos un cierto grado de culpa, derivado del conflicto interno entre lo que aprendimos que es incorrecto y el contexto de la situación.

Lo anterior, es algo que ocurre en el libro, narrado en primera persona. El personaje continuamente se piensa víctima de una metamorfosis que lo lleva desde la luz a la obscuridad de si mismo. En principio, partimos en un viaje desde su niñez y afrontamos el conflicto así como las circunstancias, en la adolescencia las dudas recurrentes, la trampa de la moral de rebaño (representación de Friedrich Nietzsche) y en la juventud, la búsqueda del destino así como la individualidad.

Del mismo modo, me pareció interesante por un lado, la crítica al sistema que domina nuestra naturaleza, una obligada reflexión sobre nuestra incapacidad de darnos cuenta que caminamos en círculos, atrapados en un sistema de jerarquías y dominados por el “ello”, que es esa parte instintiva que reacciona pero no analiza. Por otro lado, el personaje Demian contrario a lo que podría pensarse, no es quien nos cuenta la historia, pero es indispensable en todas las etapas de la misma, puesto que cumple el papel de guía y podría ser la representación del “súper yo” de Freud, aquel moralmente correcto que todo lo razona. Por último, encontramos a Emil Sinclair el personaje principal, con quien navegamos a través de sus vivencias, y la representación del “yo”  de Freud, que busca hasta encontrar el equilibrio entre el instinto y la razón.

 Por último, me atrajo la contraposición que plantea el autor, al mencionar la necesidad de una divinidad que represente el bien y el mal en equilibrio. Nos hace reflexionar, que en la naturaleza del hombre esta justamente la paradoja de la dualidad. Debido a que navegamos entre el bien (la moral adquirida), pero también somos capaces de realizar el mal; y justamente eso es la que se plantea cuando se avecina el conflicto de una guerra.

Hasta la próxima semana y cual sea el libro que leas, que encuentres las respuestas a tus dudas, las razones para descifrar tus motivos y los argumentos para tus cuestionamientos.