Secretaría de turistas.

Por José Miguel Ruiz.

El manjar más delicioso para quienes desayunan, comen y cenan chismes políticos es el anuncio de enroques en los gabinetes de quienes gobiernan. Los palacios de gobierno, los desayunadores políticos, las mesas de análisis y los chats del WhatsApp rebosan de algarabía ante los manotazos en la mesa del Ejecutivo – sin dejar por un lado el lamento de unos cuantos fieles funcionarios –, cuando vienen acompañados del estruendo de la caída de una figura política que da qué hablar.  

Esto, en Sinaloa, a poco más de un año del nuevo Gobierno, se nos ha vuelto costumbre. Pero estos cambios han provenido del lugar más inesperado, al menos en la ortodoxia política. Por intuición, uno pudiera considerar que los movimientos más relevantes (o interesantes, si de cotilleo se trata) vienen de donde se reparte el dinero o se hace política; en Sinaloa, pasa que varios funcionarios de altos vuelos han viajado con destino turístico a esa misma Secretaría: la de Turismo.

Vamos haciendo un recuento: Rosario Torres Noriega, académica y entronada en la administración actual como cuota de la divorciada alianza PAS/MORENA, fue la primera de las turistas. El segundo, Fernando Pucheta, estridente figura del Priismo. Después, ‘El Químico’ Benítez, personaje más que cuestionable del Morenismo. Ahora, la novedad es Ricardo ‘El Pity’ Velarde.

Usualmente, nadie le dedicaría una calumnia de opinión a la Secretaría de Turismo en Sinaloa, pero, a la luz de los hechos, resulta inevitable no hacerlo.

Desde ahí se ha cultivado lo que en ciencia política se conoce como ambición progresiva (o chapulineo, como dicen los que sí saben de política); también ha sido epicentro de tortuosas disputas entre dos fracciones políticas otrora aliadas y que, en los hechos, se han mostrado como el agua y el aceite, como el PAN y el PRD en sus mejores tiempos. Asimismo, ha funcionado como moneda de cambio para extraños acuerdos políticos y, quizás, hasta dé hospicio a otra de las próximas coyunturas políticas que brinden tema de conversación, de cara a 2024.

En el caso de Torres Noriega, pudimos notar cómo dio la espalda al Pasismo o mostró su lealtad a la actual gestión – cuestión de semántica -, con todo y oficio de renuncia dirigido a la dirigencia de ese instituto político, lo cual tuvo como recompensa ser removida de su posición original, para ser nombrada Oficial del Registro Público de la Propiedad y Comercio en Mazatlán, cargo que, al menos en la Ley Orgánica de la Administración Pública del Estado de Sinaloa y el Reglamento Orgánico de la Administración Pública de Sinaloa, es de bastante inferior jerarquía al que ostentaba.

En el caso de Fernando Pucheta, su efímero nombramiento como Subsecretario, muy seguramente, versó en un magnánimo pluralismo político del gobierno en turno. De ‘El Químico’ sería impreciso decir que se trata de un reconocimiento a sus habilidades de gestor turístico; no fue otra cosa más que una incómoda solución, una válvula de escape ante su insostenible disputa política que, de no haber cedido, probablemente hubiera terminado como en otro caso conocido: en juicio político.

Pero en política, aunque no siempre se aclaran las cuentas públicas, las facturas sí se pagan y no precisamente ante el SAT(ANÁS). Las deudas no se olvidan y al ‘Químico’ ya le llegará su tiempo.

Y, dicen ya los analistas, quizás prematuramente, quizás con sapiencia, que quien pueda llegar a cobrar sea, justamente, el flamante nuevo Subsecretario de Industria de Reuniones. Lo cierto es que, en la lógica política de corte vertical y de ambición progresiva, el más idóneo para ascender a la titularidad de una Secretaría es, justamente, quien ostente una Subsecretaría.

Sin embargo, no hay que dejar por un lado que, la primera oportunidad que recibió en política el ‘Pity’ Velarde fue, justamente, bajo el cobijo de ‘El Químico’. Se verá con quién está su lealtad.

El tiempo hablará y, mientras tanto, las balas de salva se siguen disparando.

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